LA SITUACIÓN EN EL SUR NO ES DE ORDEN PÚBLICO,
ES DE SOBERANÍA NACIONAL.
CONCLUSIÓN (del libro” ¿Es Mapuche el Conflicto? Editorial Maye, junio de 2011)
Este libro comienza con una pregunta: ¿Es mapuche el
Conflicto?
Parece más que conveniente, indispensable, dar una contestación a esta
cuestión.
Lo primero es afirmar categóricamente que en la Araucanía
hay un conflicto, un gran conflicto que ha sembrado el terror en los habitantes
de la zona. Un
conflicto que los sucesivos gobiernos no han podido resolver en los años
transcurridos desde 1989. Y que hay un problema de pobreza campesina de enormes
proporciones. Un problema que tiene que ver con la incapacidad nacional de
integración multisectorial.
El Conflicto en la Araucanía no es Mapuche, no es de mapuches.
Hemos definido el universo que conforman los mapuche en
Chile y en la Araucanía basados en las encuestas de población del INE. Hemos
analizado la extensión, profundidad y vigencia de la “Cultura Mapuche”.
También se ha mostrado la trayectoria del conflicto en base a la historia que
ha quedado plasmada en la prensa, en los testimonios de agricultores, gremios,
campesinos indígenas y no indígenas de la zona.
Ninguno de
estos análisis nos lleva a concluir que los mapuche tienen un conflicto con el
Estado chileno, como se demuestra en los estudios publicados por el Centro de
Estudio Públicos, citados en este libro. Más aún en la contestación a las
preguntas ¿Se
siente Ud. mapuche, chileno o una mezcla de los dos? Las respuestas son:
a) En el
grupo de alta intensidad 72% se siente chileno.
b) En el grupo de media intensidad el 51% se siente
chileno, un 48% se siente mapuche y chileno.
c) En el grupo de baja intensidad el 80% se siente
mapuche y chileno.
De todos los
parámetros medidos se deduce un pueblo que se identifica con la chilenidad y
sus instituciones.
¿Cuál es el fundamento, entonces, para hablar del
“Conflicto Mapuche”?
El origen de la situación conflictiva se encuentra, en
Chile, en las organizaciones de orientación marxista que promovieron los
partidos correspondientes de esta tendencia para oponerse al Régimen Militar.
Luego, con entusiasmo, se unieron los democratacristianos con su comunitarismo
utópico. El campo estaba preparado para la siembra. Fuera de
Chile, en Organizaciones Europeas, de EEUU y Canadá sin finalidades claras,
vinculadas con gobiernos cuyos finas tampoco se conocen.
Paralelamente, en la década de los ochenta del siglo
pasado se produjo un movimiento indigenista creciente y sumamente agresivo en
el ámbito internacional. Fue el abono
para la siembra.
Al llegar al poder los partidos de la Concertación ya
existían dirigentes indigenistas, algunos de ellos auténticamente indígenas,
otros solamente agitadores izquierdistas. Por otra parte intelectuales de
izquierda se dedicaban a descalificar lo que llamaron “historia oficial”,
dándose a la tarea de escribir historias de los mapuche, que se sustentan en
narraciones de ancianos y análisis antropológicos, de dudosa seriedad
científica.
En este ambiente el Presidente Aylwin promueve y promulga
la ley 19.253 que parte de supuestos indigenistas y que, una vez promulgada,
genera y exacerba aspiraciones imposibles de cumplir. Esta ley, como se ha
demostrado, se enlaza con el Convenio OIT 169, y otras disposiciones legales y
administrativas, ha sido la creación izquierdista para realizar acciones
reivindicativas de tierras y de objetivos políticos como la autonomía de los
“pueblos originarios” que rayan en una desbocada demencia.
Hay un conflicto en el sur de Chile. Provocado por la
irresponsabilidad de los políticos, por la instigación de los ideólogos
indigenistas, por potencias extranjeras, por ONG internacionales cuyos
propósitos no están claros y por la apetencia de tierras de personas a las que
la ley les ha creado una institucionalidad que ha activado la violencia que las
autoridades no han sabido o no han querido controlar.
Conflicto existe, pero no es mapuche.
“Conflicto Mapuche” es un buen titular de prensa, es
identificatorio: es la contribución de la prensa a la agitación irresponsable.
Un problema grave existe, pero es el creado por la
utilización de la pobreza de compatriotas desde la agitación inmisericorde; por
el terrorismo al que se responde con temor y diálogos que desprestigian la
autoridad del Estado.
Un problema existe, es el problema generado por la
ideologización de unos y la irresponsabilidad para legislar de otros.
No les endosen a los naturales de estas tierras acciones que no les son propias. No
los engolosinen con “tierras ancestrales” que son una utopía de intelectuales
añejándose en una lucha de clases en que
los indígenas son los oprimidos y los chilenos los opresores. O el botín de
intereses extranjeros, como lo avizorara Cornelio Saavedra en 1870.
El respeto por la persona humana, que debe ser el
principio y fundamento de toda política pública, debe guiar a los gobernantes
para que los pobres salgan de la pobreza, para que los incultos accedan a la
cultura de la información.
Que a nadie se le haga creer que su solución vital está
encadenada a 5.5
hectáreas de tierras en razón de una supuesta cultura
que solo los indigenistas buscan mantener o inventar porque les reporta enromes
ventajas económicas y de todo orden. O al utópico, o sedicioso, dominio
autónomo de la Araucanía.
El Conflicto no es Mapuche, es la utilización perversa de
los mapuche por políticos que por la vía legislativa generaron condiciones para
el conflicto, por los ideólogos izquierdistas y los activistas indigenistas,
nacionales e internacionales, que hicieron uso de estas condiciones para conseguir propósitos que, algunas veces
se explicitan, otras se ocultan,
perdiéndose en la verborrea de sus patrocinadores y en los laberintos
infranqueables de las ONG que apoyan a estos activistas. También por los gobiernos,
incapaces de enfrentar este grave problema con el ejercicio de la autoridad, que no es un privilegio, sino una
responsabilidad ineludible.
Se dice por muchos que uno de los más graves problemas
del futuro inmediato será el control sobre el
agua, nuestro sur tiene una de las mayores reservas de agua del mundo;
el futuro próximo de la vida económica mundial, por otra parte, está en la cuenca del Océano Pacífico, las
costas de Chile, su borde costero, es una plataforma excepcional para generar
enclaves para la pesquería y el comercio en el Pacífico.
El mundo está presenciando nuevas formas de imperialismo:
sin control territorial directo, pero controlando a quienes tienen el poder
sobre ciertos territorios. ¿Será Chile un objetivo de este nuevo
imperialismo?
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