sábado, 5 de octubre de 2013

S.E. Sebastián





Sebastian..tatan…tan…tan

Al-Assad, el gobernante sirio, afirmo que un síntoma de la decadencia del poder del presidente Obama se podía medir por el gesto impertinente del presidente de Chile, S.E. Sebastián Piñera E. al sentarse en la silla presidencial del Salón Oval de la Casa Blanca.

Lo que ocurre es que nuestro presidente no tiene filtros para actuar con prudencia y sensatamente en múltiples circunstancias. No sabe cuando hablar y, cuando habla, no sabe, aparentemente, evaluar las repercusiones de lo que dice. Su debilidad es un afán permanente de protagonismo. Corre en bicicleta, maneja su helicóptero sin bencina, se cae de bruces en los escombros de una demolición, se viste de buceador, se disfraza de distintas personalidades, reales o ficticias, pero no sabe proteger la imagen de la Institución “Presidencia de la República”.
Otro aspecto de su muy particular personalidad es una especie de compulsión por desmarcarse de sus principios básicos para allegarse a posturas propias de sus adversarios políticos. Aparentemente perece que pensara que esto lo transforma en un estadista trascendente.
Poco entiende de política S.E.  cada vez que habla, más se aleja de lo que significa ser un estadista; tener una visión de futuro que unifique el ser más profundo de una nación. Desde luego, su accionar tiende a fortalecer las divisiones que son la base de la unidad de la “Nueva Mayoría”, es aplaudido por los comunistas, es alabado por los órganos de fachada de la extrema izquierda, y da pie para que los DC se sientan felices en su alianza con los comunistas. De paso hace pedazos la unidad entre su gobierno y los partidos que loa han apoyado. Pareciera que, salvo la férrea adhesión de sus ministros bastara para asegurar una unidad que, con su actuar, está trizada sino destruida.
La gran obra de este gobierno, que es el manejo de la economía, no es suficiente  para ser estadista; el estadista debe ser creído, respetado, austero, con ideas centrales claras y sin claudicaciones. Las palabras del Sr.. Piñera son erráticas, no tiene coherencia interna, y así se proyectan a la población. Además de ser imprudentes.
Un ejemplo clarísimo es lo que hemos presenciado a raíz del cumplimiento de los cuarenta años de la finalización del gobierno de la Unidad Popular.
El solo hecho de calificar a los colaboradores civiles del gobierno milita
como  “cómplices pasivos” refleja una supina incapacidad para controlar su incontrolable verborrea.
Pero esto no es lo peor de estos últimos días. El cerrar el penal Cordillera es casi un resumen magnifico de incapacidad política y de prudencia.
Tiene la facultad para cerrar el penal esto está claro.
El problema se radica en la elección de los medios  para dar a conocer su decisión y la implementación operativa para  su ejecución.
Su anunció espectacular lo hace públicos en Nueva York, con bombos y platillos.
El traslado se implementa como un “Reality Show”, los actores activos, los organismos de izquierda, los pasivos militares en retiro de las FFAA. Una bandera del Partido Comunista preside la presentación, el plazo de alarga, los periodistas potencian las expectativas, el país se centra en al gran acto de reactivación del odio promovido por el jefe del Estado.
Pero la movida se le encrespa, los partidos que lo apoyan se rebelan, obligados a hacer declaraciones necesariamente tibias para no criticar abiertamente al presidente.
La muerte y las cartas del general Mena son impactantes por su racionalidad y claridad conceptual.
Es una pena que este hombre no mida sus palabras, no evalúe los efectos que una sola palabra del más alto funcionario del Estado, produce un efecto generalizados en la población.

Julio Bazán A.