Democracia Cristiana; errática política.
Nota: por la actualidad del rol que ha
jugado el PDC y su presidente senadora Goic, transcribo prólogo de mi libro “Lo
Derrocó el Pueblo”, agotado, no se encuentra en librerías
Prólogo del libro “Lo Derrocó el Pueblo”,
Editorial Maye, 2009.
Para poder explicar y definir la
existencia de los movimientos sociales y
su rol determinante durante el gobierno de la Unidad Popular hay
dos posibilidades.
La primera, analizar el movimiento social
de 1971, 1972 y 1973 solamente como una
reacción espontánea de diversos grupos que veían la destrucción de la vida
social, política y económica de Chile
por la funesta acción del gobierno.
La segunda, nace de la pregunta: ¿El
movimiento social que actuó durante el gobierno de la Unidad Popular, es
una expresión espontánea, sin fundamentos culturales e históricos profundos? Al
tratar de desarrollar un esquema de trabajo se impone esta pregunta. La respuesta conduce a proponerse la
cuestión de si habría sido posible un movimiento de tanta fuerza y capacidad de
acción sin que existieran condicionamientos culturales radicados en el
inconsciente colectivo que, habiendo permanecido en estado de latencia, se
radicaron en el plano de la conciencia activados por la conducción del gobierno
y de los partidos de la
Unidad Popular, dirigida a la formación de un estado marxista
leninista.
Al buscar una explicación a este
cuestionamiento, se hacen presente, muy rápidamente, el gobierno de Eduardo
Frei Montalva y la candidatura de Radomiro Tomic Romero y, junto con este último, el pacto entre el
Partido Demócrata Cristiano y la Unidad Popular
para asegurar la elección de Allende en el Congreso Pleno.
Estos sucesos sociopolíticos no eran parte
da la respuesta, más bien eran una expresión del problema. En el libro “La
muerte del Camaleón” el profesor Farías
ubica la cuestión en los años 30,
lo que conduce, inevitablemente, a la década de los 80 del siglo XIX para seguir
hacia la segunda década del siglo
XX y a la Constitución de 1925.
En esos cuarenta años de la historia del
mundo, en ese período se radicó, como tema central de la política mundial y
chilena, la situación que se ha dado en llamar “La Cuestión Social”, determinando la discusión política durante
todo el siglo XX, imponiéndose como eje referencial de la política chilena.
La
revolución bolchevique de 1917 expandió su ideario de bienestar social
igualitario como solución a las diferencias objetivas que el capitalismo había
producido desde la revolución industrial del siglo XIX, primero en Europa,
llegando rápidamente a influir en la política chilena, entre los poseedores del
capital, los propietarios de la tierra y los trabajadores.
En
Francia y en España se forman los “Frentes Populares”. En Chile, igualmente, se
crea el Frente Popular. En el norte de nuestra patria, se generan fuertes
movilizaciones reivindicativas; surgen
los Partidos Comunista y Socialista.
El
Frente Popular, al cual se integró el Partido Radical, inicia un proceso
histórico que se podría definir como el período de “la errática política”; esto
es, la búsqueda y aplicación de soluciones sin una concepción clara de la efectividad de éstas; errática
definida y determinada por la cuestión social y las distintas alternativas para
resolver el sistema que generaba los problemas socio económicos. Los gobiernos
radicales impulsaron interesantes
iniciativas de impacto en el crecimiento económico. El Frente Popular no fue sólo un partido político, fue
un conglomerado de partidos políticos y de sindicatos obreros controlados por
los marxistas.
En el gobierno de Gabriel González Videla,
se produjo el rompimiento con al Partido Comunista. La agitación social
promovida por este sector obligó a la dictación de la ley de Defensa de la
Democracia, consecuencia inevitable de la manipulación que este partido hizo de
su participación en el Frente Popular.
Entre 1936 y 1970 aparecieron distintas soluciones para la “Cuestión Social”.
La tendencia dominante fue la de impulsar el crecimiento del poder del Estado
que pretendía que, a través de su acción, se resolvería la Cuestión Social, en
desmedro de la libertad económica.
La
Corporación de Fomento de la Producción, CORFO, se transformó en el instrumento
del Estado para la promoción del desarrollo industrial, pero contribuyendo
sustantivamente a la estatización. El Comisariato de Subsistencias y
Precios se creó para el control de precios y, en general de toda actividad
económica, el Banco Central manejó la
política monetaria, adecuándose a los requerimientos políticos de los distintos
gobiernos. Es decir, se trató de resolver los problemas derivados de la
desigualdad, por la intervención directa o indirecta del Estado. Sin embargo, las
políticas eran erráticas.
Ante el desconcierto generalizado, se proponen idearios tan
peregrinos como la “Vía
no capitalista” del desarrollo, expresión timorata para justificarse de la
inclinación izquierdista de sus autores.
Sin duda, la mayor demostración de lo errático ha sido la Democracia Cristiana,
en cuyo seno se incubaron las ideas socialistas a tal punto que dieron
nacimiento a grupos marxistas. Asimismo,
desde su interior, nace al Movimiento de Acción Popular Unitaria, MAPU.
Este movimiento se dividió durante el Gobierno de la Unidad Popular,
dando origen a la Izquierda Cristiana,
en consonancia con la llamada “Teología de la Liberación”, expresión católica
de la errática de que hemos hablado.
En
esta perspectiva, no es extraño que nos encontremos con que el movimiento
social que derrocó a Allende se dirigió a un cuestionamiento al sistema
político y a sus personeros, de toda la actividad política del siglo XX.
Este libro se ha escrito porque el “pueblo”
chileno no sólo estaba minoritariamente respaldando a la Unidad Popular,
sino porque la ciudadanía, teniendo una postura claramente condenatoria a la
situación social y económica de los pobres, era clara y definitivamente
contraria a las ideas y fórmulas de solución política del marxismo.
En los
años transcurridos desde 1973 se ha creado una imagen del gobierno de la Unidad Popular y
del Presidente Allende totalmente
disociado de la verdad, siguiendo el dictado de Lenin:
“Hay que repetir la mentira tantas veces como sea
necesario, hasta transformarla en verdad”.
Julio Bazán A.
9 de septiembre, 2016.