¿TOTALITARISMO en
DEMOCRACIA?
Definiciones:
Diálogo:
3. m. Discusión o trato en busca de
avenencia.
Avenencia:
1. f. Convenio,
transacción.
El Ministro
del Interior ha informado que” “…vamos a dialogar, pero un diálogo con sentido,
para avanzar en el programa que recoge una demanda mayoritaria de la
ciudadanía”. (Un cambio en el lenguaje: “el pueblo” se cambia por “la
ciudadanía” igualmente vago y demagógico)
A raíz de
esto hago la siguiente reflexión:
La Real Academia Española define al totalitarismo
como: “1. m. Régimen político que ejerce fuerte intervención en todos los órdenes de
la vida nacional, concentrando la totalidad de los poderes estatales en manos
de un grupo o
partido que no permite la actuación de otros partidos”.
Esta definición se refiere a sistemas políticos; distintos autores (generalmente de izquierda) los asimilan
a los regímenes nazistas y fascistas del siglo XX. (Se olvidan de los
totalitarismos socialistas).
Recurriendo a las definiciones que la RAE da de
las palabras “total” e “ismos”. Define “total”:
“General, universal y que lo comprende todo en su especie”. Por su parte define
el sufijo “ismo”: “Forma sustantivos que
suelen significar doctrinas, sistemas,
escuelas o movimientos”. Nos permitimos, por tanto, sustantivar “totalismo”, que, si bien no está
en el diccionario de la RAE, se usa en psicoterapia para la comprensión del
sujeto en su totalidad, sin disgregar sus conductas, disociándolas de esa
totalidad.
Como creencia o estructura psicológica, definiremos
“totalismo” como una convicción compulsiva que hace que el individuo genere un
pensamiento psicopolítico que lo comprende todo, es general, universal y, por
lo tanto, exclusivo y excluyente que, por su esencia, tiende a ser dogmático.
El
totalista está condicionado a imponer su visión del mundo y de la
sociedad a todos, dado que esa visión lo
comprende todo, lo soluciona todo, integra todo, teniendo como núcleo central
su propio pensamiento y convicción. Es
tal la fuerza de esta convicción que concluye, fatalmente, en que nada ni nadie
puede resolver el problema vital de la sociedad sino él mismo..
La tendencia natural del “totalista” es
conquistar, cada vez más, espacios de
poder que le permitan imponer sus soluciones a los problemas derivados de la
convivencia humana. El objetivo último es, obviamente, el poder total.
En la conciencia del totalista no cabe duda
respecto de qué es lo conveniente para la vida de los demás y concluye, consecuentemente,
que sólo él o ellos deben, desde el poder total, ordenar la sociedad sin
importar los medios que empleen para ello. La secuencia del proceso conduce a
realizar acciones para imponer su visión
y, por tanto, sus soluciones de conductas y comportamientos, a todos. El
totalista es un apóstol dogmático de la totalidad, de manera que no concibe que
existan otras soluciones, en materias trascendentes o contingentes, que las que
los totalisitas creen.
Surge, como lógica consecuencia, el
totalitarismo, en que grupos organizados de totalistas, que comparten un mismo
pensamiento orgánico, se hacen cargo de la conducción de las vidas de los demás componentes del cuerpo social.
Pero el
totalitarismo se ejerce desde el poder político, no es posible que exista
totalitarismo si no existe un Estado totalitario, es por tanto necesario que
los totalistas accedan al poder, el proceso de este acceso es relativamente
simple: en los programas que proponen existen soluciones para todas las
aspiraciones de las grandes mayorías, sus propuestas son atractivas para el
votante medio, que no hace análisis de factibilidad de esas propuestas, que
vive agobiado por la falta de soluciones concretas a sus problemas y a sus
aspiraciones personales y familiares básicos, las propuestas están impregnadas
de la confrontación entre ricos y pobres, entre trabajadores explotados y
empresarios “chupasangre” explotadores; comunicacionalmente se insiste en definir
a los “ricos”, catalogando de “derechistas” a quienes tratan de factibilizar
las propuestas sociales, políticas y económicas que los totalistas tratan de
imponer, se produce un proceso psicosocial de la mayor trascendencia, los totalsitas
consiguen el respaldo popular a sus propuestas de solución, al no lograr éxito
con estas, no coligen que esta falta de éxito es el fracaso de sus ideas,
concluyen que no ha sido posible lograrlo por razones externas a ellos, lo que
los conduce a apropiarse del poder para tener el tiempo necesario que permita
demostrar el éxito, se sigue un estado letárgico de los pueblos que, acompañado
de la adicción al poder de los totalsitas que terminan transformados en
totalitarios, sostiene el régimen totalitario…..hasta que cae después de
grandes sufrimiento de aquellos que alienaron sus voluntades en favor de los
totalistas y sus “utopías” imposibles de cumplir. Nace el socialismo real de
Alemania Oriental, de la
Unión Soviética, del Castrismo . El Siglo XX es rico en tales situaciones
políticas y, más recientemente, vemos cómo se extienden en nuestra América expresiones renovadas de este ejercicio
dialéctico.
La fuerza de la convicción totalista es
extremadamente potente: todo les es aceptable para lograr los fines que su
ideario totalista les impone, se transforman en dueños del Estado, de los
bienes del Estado, de la maquinaria del Estado, los empleos del Estado son
utilizados para conseguir, disponer y mantener el Poder. El fundamento del
totalismo socialista es, desde un punto d vista filosófico, el Materialismo y el Determinismo Histórico, desde un punto de
vista factual, ser representantes del “pueblo”, (Insisto, modernizado:
ciudadanía) (en el lenguaje de izquierda, no es un ente claramente definido, sino
una elucubración vaga y difusa):
Se llega así a una pregunta clave: ¿Puede
existir un régimen político totalitario si no existe un pensamiento totalista encarnado
en personas que determina la acción de esas personas?, ¿que dominan y controlan
el Estado y que crean regímenes totalitarios? La respuesta es clara: no es
posible.
Pero, surge una nueva y lacerante pregunta: ¿Puede
el totalismo expresarse en formas más sutiles que la brutalidad de los regímenes
“totalitarios” (nazismo, estalinismo, castrismo), dado que un régimen
totalitario como los señalados se hace,
prácticamente, imposible de implantar en
el Chile de hoy?
Se puede.
La convicción totalista ¿Se extingue en
democracia? es decir, en un régimen democrático ¿existen las creencias totalitas
y, por consecuencia, las acciones que generan estas convicciones?
El
concepto moderno de totalitarismo nace de la definición de Mussolini del “Gobierno Total”, es decir de la aplicación
desde el Estado de la totalidad del pensamiento de una persona o de un grupo de
personas en una sociedad determinada y,
para esto, utilizar todos los medios necesarios, justificados por la certeza de
que, el pensamiento orgánico de ese grupo de personas (totalismo), es el único
aplicable para la “felicidad” social.
Si aplicamos estas reflexiones a la realidad
chilena actual podremos encontrar signos evidentes de que el pensamiento totalista
está plenamente actuante, que los partidos de gobierno consideran que son
dueños de la verdad absoluta en materias contingentes que atañen a la vida
personal de cada chileno. En definitiva, que son dueños del Estado y de la
Nación.
El Siglo XX fue testigo de totalitarismos de
distinto signo: nazista fascista y leninista estalinista.
Sin duda el totalismo socialista no murió con la
transformación de Rusia, ni con la caída del muro de Berlín, sencillamente ha
encontrado otras vías de acción. La democracia les permite actuar sin pudor en
la expansión y ejecución del totalismo, de su ideario que condujo al régimen
estalinista y al castrista.
Se trata de controlar a los poderes públicos con
la “voz del pueblo”, (ahora también llamados los “movimientos sociales”.) Se
generan organismos de fachada que dicen representar a determinados grupos
sociales: se inicia una movilización social por un determinado tema de alta
sensibilidad ciudadana, al movimiento se van adhiriendo los organismos de
fachada que se autodefine como “actores
sociales” (generalmente dirigidos por miembros del Partido Comunista), que imponen
políticas públicas que representan el pensamiento totalista. Un ejemplo claro
es la movilización iniciada por estudiantes para el mejoramiento de la
educación, que no muestra caminos realistas para lograr un mejoramiento de la
calidad, sino que se transforma en un petitorio de tipo político totalista en
que se adoptan las posturas más extremas para dar la sensación que “el pueblo”
(los ciudadanos), lo que quiere es la estatización y el control estatal de la educación. Cabe
preguntarse ¿Cuál es el respaldo real que tienen estas posturas en la base
social? ¿Se quiere legislar con imposiciones socialistas al Parlamento,
abusando de una mayoría circunstancial? ¿Quién define el límite para estas
acciones? ¿O será que el eslogan de que paguen los ricos para que tú tengas
todo gratis es el programa de la actual presidenta aprobado por la mayoría de
los votantes?
Si a lo anterior sumamos las prácticas
comunicacionales dirigidas desde el
Gobierno y desarrolladas a través de casi todos los medios de comunicación
social por la manipulación del lenguaje periodístico, al margen de quienes sean
propietarios de dichos medios, nos encontramos con el totalismo socialista instalado
en la actualidad cotidiana penetrando mentes y pensamientos del ciudadano
medio.
Si bien lo expresado en párrafos anteriores son expresiones del uso del
poder por los totalistas no es, ni remotamente, lo más grave que pasa en Chile
desde el punto de vista de lo tratado.
En efecto, las manifestaciones más graves y
dañinas para nuestra sociedad son aquellas que se refieren a los cambios
sustantivos que se impulsan para
destruir los valores e instituciones que sustentan nuestra convivencia. La
destrucción de la familia, el permanente ataque a las Instituciones, la
destrucción sistemática y arrogante de lo que se ha hecho en Chile, la
reinstalación de la lucha de clases como argumento de respaldo a sus
propuestas.
Esto está pasando en Chile, hoy, en este
momento, ha pasado en la Cámara de Diputados, pasa en el abuso que impone la
mayoría parlamentaria, se manifiesta en la veneración del “programa”, que nadie
conoció durante la campaña y que hoy aparece
con propuestas que, en criterio de muchos y serios chilenos, son
aberrantes.
El ministro Arenas no es demócrata. El ministro
Peñailillo, no es demócrata, utilizan la predisposición al diálogo solo como un
espacio para que se respalden sus programas dogmáticos.
Chile está en manos de los totalistas de izquierda.
Julio Bazán A.
Santiago, 25 de abril, 2014
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