Araucanía; caminos a la nada.
Durante años he dedicado mis mejores capacidades a La
Araucanía porque estimo que los problemas que se viven en esta zona de Chile
son de extrema seriedad y gravedad.
Ninguna de las afirmaciones contenidas en mis escritos es
una improvisación o una invención antojadiza.
Básicamente he afirmado que lo que en La Araucanía ocurre
no es de orden público sino de soberanía nacional.
También he afirmado que las ideas que se han generalizado
son consignas políticas desarrolladas por indigenistas que no tienen
fundamentación histórica ni jurídica, que son un sistema de supuestos
ideologizados que se han ido transformando en verdades que envuelven y enturbian
toda discusión seria sobre la ocurrencia sistemática y organizada de violencia
terrorista, además de la generación de un conjunto de textos legales que son
difundidos por un sistema comunicacional muy extenso y coordinado en el
periodismo nacional.
Por su parte, quienes tienen la capacidad jurídica y la
responsabilidad que otorga el poder, se nutren de las consignas y eslóganes que
se propalan por todo Chile. Las soluciones que se proponen son dramáticamente
repetitivas; comisiones, mesas de trabajo, reforzamiento de acciones
policiales, eludir el diagnóstico real de la situación que deben resolver.
Todo esto me ha llevado a cuestionarme sobre la validez
de los esfuerzos para contribuir en soluciones que reconozcan el diagnóstico
profundo del problema político que ha utilizado la violencia que aterroriza a
los habitantes de la zona.
Esta reflexión no se centra solamente en las reacciones
de dirigentes y políticos, también a
muchas personas que, entendiendo y compartiendo las ideas, los análisis y sus
consecuencias, se paralizan por una especie de desgano, de atrofia del
entusiasmo, de muerte lenta de la esperanza.
Lo que describo es otro éxito de los indigenistas: como
los boxeadores pegan y pegan para que los brazos no respondan, para que los
pulmones no respiren para que se agote la resistencia.
Hace unos días un periodista le preguntó a un senador de
la zona si en la mesa de trabajo que preside el angélico y, aparentemente mal
informado, Obispo Vargas, se convocaría a la CAM este contestó que si, siempre
que renunciara expresamente a ejercer la violencia, me pregunto si este senador
ha entendido algo.
Personalmente, seguiré insistiendo en mis argumentos y
cuestionando los contenidos del “Informe de Verdad Histórica y Nuevo Trato” a
pesar que los caminos que he explorado durante tanto tiempo, son caminos a la
nada.
Julio
Bazán A.
13 de
julio, 2016.
Julio está en toda la razón. Muchos bajan los brazos o simplemente no ven el problema en su real dimensión. Sin embargo pocos tenemos la convicción y fuerza para seguir adelante.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHonestamente, desde Santiago se entiende en forma muy simplificada lo que ocurre en la Araucanía. Debe tener varios otros componentes que no podemos distinguir por no estar allá directamente viviéndolo.
ResponderEliminarY tal vez por eso también, es que me resulta difícil entender cuál exactamente sería el camino a seguir para solucionarlo.
Ahora, eso se puede entender en una simple ciudadana media despistada, pero no creo que esa ignorancia y laxitud sea aceptable en un gobierno. En ninguno de los que menciona.
Y con la gravedad que está tomando ahora, menos en éste.